El hombre es un viajero por naturaleza, lo lleva en su ADN. Esta costumbre de “viajar” ya la tenemos desde los tiempos ancestrales, cuando los primeros humanos abandonaron el continente africano ahora hace unos 80.000 años, empezando la diáspora humana por todo el planeta a partir de un pequeño grupo de humanos. No obstante, estas grandes migraciones no se acabaron hasta la sedentarización del hombre en el Neolítico (7.000 – 4.000 aC), cuando este descubrió las ventajas de la ganadería y la agricultura, hecho que propició la aparición de los primeros poblados.
Aun así, hay que decir que los orígenes del turismo se encuentran en las primeras civilizaciones de Mesopotamia y del Antiguo Egipto, cuando estos pueblos llevaron a cabo una serie de viajes de cariz comercial y de exploración.
Ahora bien, fue en la Grecia clásica cuando hubo la era de los grandes viajes. El fenómeno colonizador griego en torno al Mediterráneo comportó la realización de una gran cantidad de viajes con el objetivo de establecer nuevas colonias, así como el establecimiento de grandes rutas comerciales. Por otro lado, también se desarrollaron viajes de cariz religioso a los principales lugares de culto de la época (Apolo en Delfos, Zeus en Olimpia, Deméter en Eléusis…). Así mismo, los Juegos Olímpicos (instaurados en Delfos el 776 a C) supusieron que cada cuatro años, miles de personas procedentes de todas las regiones de Grecia y de las colonias de ultramar se reunieran en Delfos para asistir en estas competiciones, que en aquellos momentos servían para incrementar los vínculos de los diferentes estados griegos e identificarlos como un único pueblo.
Posteriormente, con la instauración del Imperio Romano, tuvieron lugar los primeros viajes turísticos. Roma construyó un gran imperio en torno al Mediterráneo (conocido por los romanos como “Mare Nostrum“) y construyó un gran sistema de carreteras que comunicaban cualquier parte del imperio, siendo su principal función el desplazamiento de las legiones romanas de un lugar al otro para proteger Roma de sus enemigos externos. La seguridad que supuso la existencia de estas legiones comportó a la larga la instauración de un largo periodo de paz conocido como la “Pax Romana“. Por este motivo, este hecho permitió la creación de una red de comunicaciones y de transporte entre las diferentes provincias, así como a las clases adineradas emprender viajes de placer y de conocimiento (Plinio el Viejo, el emperador Adriano…). Aun así, durante esta época también aparecieron las primeras guías turísticas, tal como muestran los diez volúmenes de la “Perigesis” de Pausánias, una obra que hace una descripción de Grecia pensando en los viajeros romanos escrita por este geógrafo y escritor griego del siglo II dC.
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